Cuando aceptamos, estamos abriendo posibilidades. Aceptar es diferente a resignarse.
Si aceptas y te rindes al evento, se abre el abanico de opciones. Si te resignas, todo cesa, se detiene.
En la medida en que abres posibilidades para que trabajes en ti, dejas de ser víctima de la circunstancia y entonces comienzas a diseñar nuevas veredas. Por ejemplo, aceptar una separación, una diagnóstico, una emoción que se transita, etc.
A veces, pareciera imposible que las cosas fueran a cambiar solo aceptándolas. Sin embargo, aceptar es ponerte unas gafas diferentes para comenzar a resolver desde la responsabilidad que te acompaña.